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domingo, 25 de septiembre de 2011

FANTASIA O REALIDAD QUIEN LO PUEDE ADIVINAR - RELATO CORTO (1ª parte))

Después de unos cuando días de descanso vacacional, recomienzo hoy un relato corto por etapas que ha salido durante estos días de descanso.
Espero que os guste y disfrutéis con su lectura además de adivinar si es una historia real o de fantasía, que todo puede ser.


Sentado en la mecedora, bajo el porche, en la entrada de mi casa, estaba absorto totalmente en mis pensamientos, cabizbajo, fumándome una cachimba con ese tabaco aromático que tanto me gusta, esperando el atardecer en el horizonte, disfrutando del ocaso del sol contra los oteros de la lejanía, haciendo tiempo para ver emanar la luna plateada del plenilunio en su cúspide, esa luna que me hace estremecer y me altera el espíritu.
Solitario, en el más pleno de los silencios, el aire ni se movía, los pajarillos parecía que ya se habían ido a su descanso vespertino, no se oía absolutamente nada, simplemente la respiración hacía eco en mis pensamientos. La temperatura era suave, la brisa fresca que de vez en cuando me daba en la cara, hacía además confortable la estancia en aquel atardecer tranquilo y agradable.
Así como estaba, meditabundo, me sobresalté al intuir una sombra alargada que se acercaba, salida de no se sabe dónde, sin llegar a distinguir a quién pertenecía por el trasluz que ocasionaba el sol ya rojizo en la lejanía. Su figura se hacía esbelta y se adivinaba todo el contorno del cuerpo a través de las translucidas gasas que vestía, flotando a cada paso parsimonioso que daba. Se plantó frente a mí con su altivez y armoniosa elegancia.
¡Tremenda!, ¡maravillosa!, ¡exuberante!, ¡bellísima en toda la extensión de la palabra! El corazón se me aceleró palpitando como caballo desbocado y balbuceando, casi tartamudeando, me dirigí a la diva que tenía enfrente preguntándole, casi inquiriéndola de dónde había salido.
Como una diosa bajada del firmamento, con voz dulce, respondió que era la vecina de la finca más próxima, que era nueva en aquel domicilio, que había salido a pasear por aquel atardecer para conocer el entorno y que viendo el tenue resplandor de la cachimba al inspirar de ella, se acercó para conocer a los que allí moraban.
No lograba balbucear palabra, con la boca abierta como si me hubieran abducido y cayéndoseme la baba como los pobres enfermos que no pueden controlar su generación salivar, todos mis pensamientos se habían nublado totalmente y sólo me regocijaba con la visión que tenía de frente, ¡qué preciosidad!
Alta, con cabellera dorada, una faz tierna a pesar de la edad impredecible que pudiera tener, hermosísimas curvas cubiertas con un shari blanco totalmente translucido por el que se adivinaba, mejor dicho se comprobaba el contorno de sus rotundos pechos enhiestos y turgentes, con los pezones erguidos por la frescura del anochecer, senos por los que cualquier hombre con más de una neurona daría todo por poder rozar, sus caderas rotundas, dignas de una madona y apetecibles como el mejor manjar, su vientre redondeado, terso y suave donde al más pintado, le resultaría el mayor de los placeres reposar su cabeza o acariciar con dulzura, su pubis de bello vello erizado, del mismo color que su cabellera por el que se insinuaba un sexo de labios prominentes que en aquel momento y en cualquier otro sería de un deleite inexplicable poseer y sus largas y magníficamente torneadas piernas, que como columnas salomónicas sustentaban aquel monumento y que el único pensamiento al que me llevaba era el de estar entre ellas, abrazado por ellas y si fuera posible imposible de desasir.
De golpe salí de mi abstracción al oír la voz de mi querida esposa que preguntaba desde dentro de la casa con quién hablaba y sin mediar tiempo se personó en la entrada.
Continuará     ©Carpin - 22 / 09 / 2011

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