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jueves, 29 de septiembre de 2011

FANTASIA O REALIDAD QUIEN LO PUEDE ADIVINAR - RELATO CORTO (3ª parte))


Continúa
El tiempo pasaba como una locomotora sin pausa y la noche se había adentrado totalmente en la madrugada fresca, un escalofrió recorrió su cuerpo que intentó disimular con un abrazo así misma, para evitar el frescor que sentía.
Sin mediar palabra me levanté y dirigí al interior de la casa, saliendo al momento con dos rebecas que puse sobre sus respectivas espaldas pasando por detrás de ellas. Cuando la posé sobre aquella escultural mujer, la visión desde lo alto por encima de su escote fue celestial y ganas me dieron de acariciar aquellos pechos erguidos, mas me contuve a duras penas por eso de la timidez, de la educación y sobre todo por la presencia de mi esposa justo al lado, pero no pude evitar dejar algún dedo suelto con el que rozarla suavemente la espalda, haciéndome sobrecoger y sintiendo un estremecimiento en su ser.
Mi esposa, complacida por el detalle de la rebeca y sintiendo el frescor de la noche, me invitó a sentarme en medio de ellas para que yo la abrazara a fin de resguardarse en mi regazo y yo solícito así lo hice con muchísimo deleite, por la posibilidad que me daba de poder sentir el roce y oler el aroma de sus respectivos cuerpos.
Así siguieron charlando con displicencia, y digo siguieron, pues yo continué apenas sin intervenir en la conversación, me limitaba escuchar los comentarios, a enterarme de su vida, de sus problemas, de sus alegrías y regocijos.
De pronto, ella miró su reloj y dando un respingo comentó con sorpresa la hora en la que nos habíamos metido sin enterarnos de cómo había pasado el tiempo. Ya eran más de las cuatro de la madrugada y según ella tenía que madrugar para diligenciar unos documentos.
Con total premura como si las prisas la hubieran entrado de golpe, comenzó a despedirse dándonos las gracias por nuestra amabilidad. Dio un par de besos a mi hermosa esposa y se dirigió a mí para darme otro par de besos, besos que yo estaba dispuesto a recibir y a corresponder. La abracé como quien abraza una figura de porcelana, con total delicadeza, pero firmemente para evitar que se me cayera de las manos. Le pasé mi brazo izquierdo por la cintura reposando mi mano en su casi desnuda espalda, por debajo de la rebeca que aún tenía puesta y la mano derecha se me posó sin intención y como por descuido en su nalga que noté dura, tersa, suave. Sentí un escalofrío que ella percibió y cariñosamente sin decir nada me dio un beso en la mejilla derecha al que yo respondí descaradamente con otro en su largo cuello, justo debajo de su bien definida oreja y de inmediato me dio otro en mi mejilla izquierda al que también correspondí con otro en su hombro desnudo.
Qué aroma, qué olor, qué perfume embriagador. Qué tacto, qué suavidad, qué dureza sintieron mis manos al tocar. Qué placer, qué ilusión sintieron mis labios al besar y me pregunto yo qué sentiría ella el notar mi exagerado paquete iniesto como estaba en su bajo vientre. Yo sí que puedo decir lo que sintieron mis entrañas en aquel momento.
Sentí un gran ardor interior que me quemaba hasta lo más profundo de mi ser, un deseo incontrolado de poseer a aquella esencia de mujer. Pero mi mente controló en todo momento mi desasosiego e hizo que contuviera el irrefrenable ensueño que padecía en aquel momento, obligándome a serenar aquel impulso carnal.
Disimuladamente me hizo un guiño al que yo asentí con placer también con mucho sigilo.
Continuará     ©Carpin - 22 / 09 / 2011

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