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Saludos

miércoles, 7 de septiembre de 2011

MI PRIMERA EXPERIENCIA

Micro relato de pura ficción, o no?, ¿qui lo sa?
Hace ya tiempo que me ronda por la cabeza relatar mi primera experiencia naturista, pero no sé cómo darle comienzo.
Pasó hace ya muchos años y no recuerdo los nombres de aquellos protagonistas, ¡pero qué más da!, por un lado conservo su intimidad y por otro las personas no son lo más importante en este relato, lo importante son las situaciones.
Es verdad que soy un viejo roquero, de esos que dicen nunca muere y también es cierto que conservo la ilusión de los primeros días en que realmente salté a la vida.
Tenía los 18 años recién cumpliditos y por razones sin importancia para este relato, aunque para mí sí lo fueron en aquel momento y siguen siéndolo en estos días después de los años pasados, salí de mi casa sin rumbo, con una mochila al hombro, un saco de dormir y doscientas pesetas en el bolsillo, doscientas pesetas de las del año 70. Era el mes de Mayo y mi destino haciendo auto-stop me llevó  por azar de la vida a la ciudad de Vigo.
De inmediato mi espíritu aventurero se transformó en temor por el devenir de los días, la necesidad de comer, de dormir, de asearme, incluso de vestir y andando, andando a la vez que meditando y con las ideas poco claras mis huesos llegaron a una playa que hice mía por mucho tiempo y que fue el refugio donde  me ubiqué. Allí dormía sobre la arena, siempre por el día y con un simple saco de dormir. Aquella playa hoy masificada, por aquel entonces sin tanto “boom” turístico, era una playa verdaderamente preciosa, con más de 2 kilómetros de longitud y como mínimo 40 metros de anchura, rodeada de pinares y apenas sin equipación. Fue mi domicilio por más de siete meses aquella playa, la playa de Samil de la que tantos y tan gratos recuerdos guardo. Claro está que durante todo aquel tiempo tuve que cuidarme mucho para que la policía no me aplicara la ley de vagos y maleantes que estaba muy de moda.
El año setenta no fue que digamos un año muy especial, fue más bien un año anodino en todos sus conceptos, escondido después de la década de los sesenta donde ocurrieron un sinfín de acontecimientos como:
El régimen implantado en Cuba por Fidel castro y el Che Guevara , con la famosa "Crisis de los misiles de 1962"  que llevó a la humanidad a estar más cerca que nunca de una Tercera Guerra Mundial, pero que pudo evitarse gracias a la voluntad de Nikita Jruschov y John F. Kennedy.
La guerra de vietnam, cuyas consecuencias socioculturales directas aún se sienten actualmente.
La "carrera espacial" que dio como vencedor a los EEUU, quienes lograron colocar al primer ser humano sobre la superficie lunar en 1969.
El asesinato del presidente John F. Kennedy, en 1963 en oscuras circunstancias que sumieron al pueblo estadounidense en la más profunda crisis de identidad que ha conocido hasta ahora.
Lareconcialización franco-alemana, sobre la que en gran medida se basaría la construcción de la Unión Europea que se había iniciado en la década anterior y en la que hoy estamos muy presentes.
Puede considerarse la década de las ideologías, pues en Europa la juventud se alza en lo que posteriormente se conoció como el "Mayo Francés" o “Mayo del sesenta y ocho”, los movimientos sociales adquieren cada vez mayor importancia en América Latina.
La China de Mao vivió en esta década la llamada "Revolución cultural", que supuso una transformación de la milenaria sociedad de este país. Mientras tanto, Japón continuó desarrollando su reputación de potencia tecnológica y los productos provenientes de este país empezaron a alcanzar prestigio mundial impulsando la economía del país, mientras la sociedad era reestructurada radicalmente pero conservando sus raíces culturales.
Y no hablemos de los personajes de aquella década impresionante, en la que yo aún estaba educándome en la más estricta de las represiones, interno en un colegio de salesianos en lo que todo y digo todo era pecado, sacrilegio,  tabú, culpabilidad, maldad, inmoralidad, corrupción, degeneración, perdición... y no sé cuantas adjetivaciones más y que el control era obsesivo por parte de aquellos “misioneros de la salvación” y todo ello por medio del miedo, de los malos tratos, de la brutalidad y no sé cuántas barbaridades más.
              Pero en fin no recordemos cosas irrecordables y recordemos a aquellos personajes a los que me refería anteriormente, que recuerdo con alegría cuando los pude leer, escuchar o conocer una vez salí de aquel centro de represaliados,  allá por el mes de Junio de 1969,
Personajes que me marcaron en mi rebeldía, para bien o para mal con sus ejemplos, personajes como:
Ernesto Che Guevara, Rómulo Betancourt, Malcolm X, John F. Kennedy, Martin Luther King, Mao Zedong, The Beatles, Rolling Stones, Bob Dylan, etc. etc. 
Pero en fin, que esto se trata de narrar mi primera experiencia y me estoy enrollando demasiado, mas quisiera hacer comprender como fue y el porqué.
Como bien recordaba, os decía que andaba por la playa de Samil y encontré trabajo como estibador del puerto de Vigo desde las 10 de la noche hasta las 6 de la mañana, cosa que me vino de perlas para disfrutar de aquella temporada a mi libre albedrío.
Uno de aquellos primeros días leí en la prensa local la noticia de los nudistas perseguidos y apaleados por vecinos y guardia civil en las playas de la isla de Aurosa  y la curiosidad pudo más que el sentido común para aquellos tiempos.
Los primeros días que descansé de mi trabajo, sin pensármelo mucho me desplacé hasta la playa de Xestelas, una preciosa playa en aquel entonces que no he vuelto a visitar, flanqueada por algunas calitas coquetonas que llamaban a la intimidad. Hacía un día reluciente de sol, con muy buena temperatura que invitaba a tomar el sol en aquellos días de primavera, eran las 11 de la mañana de un viernes y recuerdo que la cala que escogí estaba totalmente desierta. No me lo pensé mucho, de inmediato me quedé desnudo, me embadurné de crema de la de entonces, una mezcla que había escuchado días antes a unas amigas que tomaban el sol en la Playa de Samil  y que consistía en un revoltijo de crema de Nivea, yodo, aceite de oliva, vinagre y no recuerdo si alguna cosilla más, dándome bien por todos los sitios, sí, sí incluso ese en el que estáis pensando, pues por entonces aquel era mi “amigo íntimo”, para mí muy necesario y me funcionaba a las mil maravillas (no es que ahora no me funcione , pero ya me entendéis, la edad hace algún que otro estrago).
Me tumbé sobre mi toalla y me dispuse a relajarme un ratillo y si era posible a dormir después de mi jornada nocturna de trabajo, pero el nerviosismo, la placidez del lugar y la exaltación de mi cuerpo, no me dejaban perderme ni un segundo la sensación de libertad y de placer al sentir la brisa por todo mi cuerpo.
No puedo describir exactamente aquellas sensaciones, pero con el recuerdo se me antoja que eran una mezcolanza entre rebeldía, contradicción, libertad, y gozo.  Y en aquel entonces ya me dije a mí mismo que eso no podía ser pecado y mucho menos delito, tal como estaba calificado por la leyes del momento y que muchos querían que se penara con más crudeza como si fuéramos asesinos,  “asesinos de sus vergüenzas, de su moral y de sus restricciones”
Bueno, como decía, desnudo estaba  recostado sobre mi toalla tomando el sol y recibiendo toda la brisa del Cantábrico. Ni me percaté cuando se aproximaron 3 chicas y 2 chicos ataviados como hippies con largas melenas y barbas los hombres y larguísimas melenas y casi harapos las muchachas. La verdad que yo no desentonaba en absoluto pues también usaba larga barba y suelta cabellera.
Como ya digo llegaron hasta muy cerca, a menos de 3 metros de donde yo estaba y con total naturalidad se despojaron de sus atavíos, extendieron su toallas y se dispusieron a  hacer lo que yo estaba haciendo, tomar el sol y disfrutar de la brisa.
Pasó un rato en el que sentí sus murmullos en voz baja y en el que yo no me atrevía a mirar sobre todo a aquellas 3 preciosidades de criaturas, por eso de que no se me notara mi inexperiencia, pero además para que no se sublevara mi “amigo íntimo” y me hiciera quedar en ridículo.
De pronto y desde el sitio en el que estaban me chistaron y me ofrecieron un cigarrillo y con sumo gusto me levanté, acerqué y recogí, esperando de pie y frente a ellos me dieran fuego, que no candela que era la que yo sentía por mi cuerpo viendo de cerca y tumbadas bajo mis pies aquellas hermosuras.
Me dieron fuego y me invitaron a estar con ellos, preguntándome si era nuevo por la zona, pues ellos eran habituales y no me recordaban. Nos presentamos y charlamos amenamente intentando conocernos, de dónde éramos, a qué nos dedicábamos, etc.…
De aquellos chicos y chicas no recuerdo nada más que el nombre de Isabel o “Chiti” que era como le gustaba que la llamaran. De todos recuerdo sus rostros, sus formas, sus acentos, etc., pero no sus nombres.
Hablamos del día tranquilo que estaba haciendo, me comentaron que había que estar ojo avizor para salir corriendo bien de la guardia civil o de lo propios vecinos del lugar que salían con palos, y utensilios de labranza golpeando a todo y toda persona que se encontrase desnuda, llenando el ambiente de improperios, insultos, etc.…
Poco a poco fui cogiendo confianza viendo el trato cordial que ellos me dispensaban, intercambiamos cigarrillos, conversación y algún chiste que otro y decidimos darnos un baño en aquellas aguas aún frías.
No había llegado nadie más, ya pasaban las 2 de la tarde y seguíamos jugando dentro del agua y cada vez nuestros cuerpos más próximos. Me fui dando cuenta que Isabel procuraba estar siempre cerca de mí y que aunque yo intentaba mantenerme a prudente distancia para no rozarla, bien por el respeto que me inculcaron o por la vergüenza que yo pudiera sentir, para mí estaba siendo un suplicio pues aún con el agua fría las neuronas, la libido y no sé cuantas cosas más se pusieron de acuerdo para hacerme pasar la mayor vergüenza de mi vida, hasta el punto que llegó la hora que yo me temía y a alguien se le ocurrió la idea de salir a comer los bocadillos que cada uno llevábamos, maldita idea y maldito a quien se le ocurrió.
Me disculpé en un momento diciendo que me apetecía hacerme unas largadas, con la finalidad de que con el tiempo, el esfuerzo y la friura del agua, la calentura que yo desprendía se apaciguara volviendo a su compostura.
Me dispuse a nadar con esfuerzo y después de un par de brazadas, al sacar mi cabeza para respirar vi como al lado mío nadaba como una sirena Chiti y me paré en seco, quiero decir que paré de nadar, pues de seco no tenía nada.
Ella me preguntó:
-¿Dónde piensas llegar o estás huyendo de mí?
Me quedé patidifuso no sabiendo ni qué contestar, ni qué hacer. Aún hacíamos pie ambos  y sin mediar palabra por mi parte Chiti lo hizo y lo dijo todo:
-No te preocupes que eso les pasa a todos.
Y agarrándome  por la cintura me invitó a acompañarla fuera del agua.
Aquella criatura era una preciosidad de los pies a la cabeza, larguísima melena morena, ojos verdes como la menta, cara afilada con hoyuelos en las mejillas y en barbilla cuando sonreía, boca de labios carnosos que invitaban a ser besados, cuerpo escultural de piernas largas y bien torneadas, culete redondito y respingón  y unos pechos ligeramente caídos hacia arriba que apetecía acariciar, en definitiva un monumento, una maravilla.
El nerviosismo hizo que la calma retornara a mi “amigo íntimo” y más tranquilo me aposenté en el círculo de compañeros, sentándose a mi lado Chiti bien pegadita y sin ningún remilgo rozándome insistentemente. Saqué los bocadillos que llevaba en la mochila y la botella de agua y me dispuse a compartir con ellos aquella comida de casi hermandad.
Durante la comida, Chiti entró en conversación amena e íntima casi exclusivamente conmigo, preguntándome infinidad de cosas y curiosidades a la vez que me iba contando cosas de su vida, familia y situación.
Tenía 19 años, justo uno más que yo y digo justo pues los dos éramos, géminis.
No voy a contar aquí muchas más cosas de ella pues no viene a cuento, sólo decir que era canariona de pura cepa y que no tenía padres y había estado viviendo hasta  hacía muy poco tiempo en un colegio de Teresianas interna. ¡Casualidades de la vida!
La comida fue parsimoniosa  y tranquila, con muchas risas y muy buen ambiente y después de una larga sobremesa me entró la droga de Morfeo, pues tengo que recordar que yo estaba sin dormir. Pidiendo disculpas y rogando me avisaran si ocurría algo me dispuse a tumbarme para dormir una siesta placentera.
Chiti me propuso casi de inmediato, agarrándome de la mano, desplazarnos a un rincón a la sombra de unos  árboles que había cerca, pero que estaba más recogido e íntimo y cogiendo mi toalla y la suya hasta allí nos dirigimos, estiramos las toallas, nos tumbamos y me dispuse a dormir.
¡Qué sibilinas son las mujeres! Dormir era lo que yo quería, pero ¿quién puede dormir teniendo a mi lado un pedazo de mujer que rozando sus senos en mi espalda y entrelazando sus pies con los míos no dejaba de moverse, no sé si por incomodidad o por picardía?
No, no dormí aquel día, me volví hacia ella y sin remilgos de ninguna clase comencé a acariciarla, a besarla, a…………. En fin que fue una tarde muy larga, larguísima, tan larga que cuando nos quisimos dar cuenta, allí estábamos nosotros dos solos, con las luces del día casi agotadas.
Nos echamos a reír escandalosamente ambos y a la vez al percatarnos de la situación y seguimos riendo durante mucho tiempo, muchos días, muchos meses,...
La verdad que fue mi primer y mi gran amor y mi primera experiencia como nudista.
No quiero quedaros con la duda, no, no, ya no estamos juntos Chiti y yo.
Después de unos cuantos meses y por razones de la vida, yo decidí regresar a casa y seguir con mis estudios, no  antes de pasar por otras vicisitudes, pero eso es otra historia que no corresponde para hoy.
Hoy de lo que se trataba era de narrar aquel fabuloso día en el que rompí mi virginidad en cuanto al nudismo, la otra ya la tenía perdida algún tiempo atrás.

No sé si haceros creer que esto fue una realidad tal cual, o haceros pensar que sólo es una fantasía. En vuestro criterio lo dejo. Sólo es mi deseo haberos hecho pasar un rato entretenido y ameno.

©Carpin - 09/ 05/ 2009

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