Continúa
La vi alejarse parsimoniosamente en la oscuridad y mi vista la siguió hasta que la noche no me permitió percibir más.
Agarré a mi esposa por el hombro y suavemente la impulsé a tomar el camino de nuestro tálamo, ella se acurrucó sobre mi pecho dejándose llevar.
Ya en la cama, comencé a acariciar su cuerpo con delicadas caricias de ternura que a la vez se sentían pasionales, pero mi mente estaba en otras partes y mi compañera me lo notó, claro que me lo notó. Mi ausencia la podía notar hasta el más tonto y mi mujer no lo es.
Claro está que entre mi mujer y yo no hay ningún secreto, puedo asegurar que jamás lo ha habido y no iba a comenzar ha haberlos en aquella ocasión y que como siempre, en el momento que nos había ocurrido alguna anécdota de cualquier tipo o hubimos tenido incluso cualquier pensamiento, nos lo habíamos contado y así hice en esta ocasión.
Sabes mi cielo el deseo o la fantasía que siempre hemos tenido de hacer un trío, bien de con otro hombre o con otra mujer, a lo que tú nunca has puesto ninguna pega, incluso me has propuesto nombres de conocidas, conocidos, desconocidas y desconocidos con las que realizar tal aventura, que siempre he sido yo el que por prudencia, cobardía, remilgos o falta de confianza con la tercera persona he puesto alguna pega: que si me parece un o una geta, que si no me da confianza su higiene, que si es culi-baja o cuelli-corto o teti-blanda o cualquier otra disculpa.
Sin embargo, hoy te digo claramente que he tenido y tengo la tentación de realizar ese trío con la nueva vecina, me parece simpatiquísima, hermosa, más que hermosa, atrayente sexualmente y con mucho morbo y la verdad es que ha habido momentos en los que estaba a reventar, casi no podía disimular mi erección. Y ahora, no lo puedo remediar cuando te acariciaba estaba ausente acariciándola a ella. Te pido perdón si te molestas pero es grande la atracción que me ha producido.
La verdad es que sin sorpresa por mi parte, mi esposa me respondió que no la importaba, que a ella igualmente la había gustado y que no le hubiera importado que les hiciera el amor a las dos, que del mismo modo le había caído muy bien y que además parecía que nosotros a ella también, que cuando quisiera tenía su permiso para intentarlo y quedar con ella, pero que en esos momentos estaba allí, que le apetecía una buena ración de sexo y que no me preocupara si entre rato y rato me excitaba con la fabulosa vecinita.
Fue una noche espectacular, ni los más imaginativos directores de cine porno podrían haber realizado las imágenes que nosotros tuvimos esa noche. Fue una de las noches más placenteras por ambas partes que jamás recordaré, una noche larga, llena de caricias, de pasión y de sexo inverosímil, de mete y saca interminable, mientras hacíamos el amor hablábamos imaginándonos que aquella mujer estaba con nosotros, dónde y cómo nos acariciábamos, cómo y por dónde las penetraba. Mi compañera alcanzó tantos orgasmos que los perdimos de cuenta y yo me permití llenar su vagina del viscoso semen más de cuatro veces.
Nos quedamos dormidos, plácidamente rendidos por aquel esfuerzo maravilloso, abrazados el uno al otro como si de un cuerpo solamente se tratara y así despertamos a la mañana siguiente, ya muy entrado el día.
Era sábado y no teníamos que madrugar. Nosotros los sábados los dedicamos a las compras semanales y a relajarnos del estrés de las jornadas laborales, así que después de darnos una ducha y asearnos salimos de la casa con dirección a una gran superficie con el fin primero de hacer un tranquilo desayuno y luego realizar las compras necesarias.
Continuará ©Carpin - 22 / 09 / 2011
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