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Saludos

miércoles, 5 de octubre de 2011

FANTASIA O REALIDAD QUIEN LO PUEDE ADIVINAR - RELATO CORTO (5ª parte)

Continúa
La mañana era espléndida, luminosa, de agradable temperatura en la que los aromas de las flores ya nacidas, de la hierva recién cortada y de la humedad del campo se entremezclaban haciendo de aquella mañana del mes de Mayo en plena primavera una mañana de la que apetecía disfrutar cada segundo, pero las obligaciones son las obligaciones.
Parecía que teníamos prisa por regresar a nuestro rincón, a aquel paraje no muy alejado de la ciudad, al lado del campo, rodeado de arboledas, jardines, macizos de flores. Donde se oía claramente el discurrir del riachuelo que regaba aquella vega, el canto de los jilgueros, verderones, abubillas, calandrias, verdecillos, pardales, mirlos e infinidad de aves de todo tipo que poblaban aquel lugar inmerso en un valle rodeado de oteros verdes, no muy altos pero que en el conjunto del paisaje se hacían majestuosos y por los que se podía pasear tranquilamente.
Ya de regreso a casa, antes de llegar, en vez de dirigirme directamente, se me ocurrió dar un rodeo para pasar por delante de donde la hermosa mujer nos había dicho que moraba y la verdad es que lo hice lentamente.
Ya pasaba del mediodía cuando cruzamos por delante de su chalet y coincidencia, justo a la entrada estaba “ella” aquel bombón maravilloso, echando agua con una regadera a la fila de macetas que colgaban de la reja que rodeaba su hogar.
Y nos vio, claro que nos vio, yo hice por que nos viera y lo hice disimuladamente pero con intención y cuál fue nuestra alegría al ver cómo salió apresuradamente a saludarnos haciéndonos señas para que paráramos.
Así lo hice, con el asentimiento de mi esposa. Qué placer volver a ver a aquella maravillosa mujer ahora ataviada con un pantaloncito corto que le dejaba ver el nacimiento de sus hermosa nalgas y una blusa semitransparente anudada a la cintura y sin abrochar ninguno de sus botones, lo que hacía que sus pechos fulguraran con más ímpetu y vibraran como dos fantásticos flanes de los que te piden con exaltación ¡cómeme!
Paré mi vehículo. Esperando a que llegara a nuestra altura, bajé la ventanilla y eso fue el culmen de la maravilla, ver cómo apoyándose en el resquicio introdujo su cabeza para saludarnos, dejándome ver sin ella quererlo, pero sin preocupación ninguna, sus dos maravillosos senos que rebosaban por su escote.
-¿Por qué no aparcáis y entráis a tomar un vermut?- nos inquirió con rapidez. Nosotros cortésmente nos disculpamos con la excusa de que llevábamos productos congelados que meter en el frigorífico para evitar se descongelaran, pero ella insistió - Pues acercaos a casa y retornad, les esperamos, mientras yo voy preparando la bebidas- ¡¡¿Les esperamos?!!......
¿Quiénes nos esperaban?, sabíamos poco de ella, sí que habíamos estado hablando durante muchas horas la noche anterior, sí recuerdo que habló de su esposo, pero no recuerdo que nos dijera si estaba sola o acompañada en aquellos momentos, por no recordar no reacordaba ni su nombre y ese sí que nos lo dijo.
Pregunté a mi esposa con la mirada y ésta asintió con una sonrisa y quedamos que de inmediato regresaríamos.
Así lo hicimos, llegamos a casa, aparcamos el coche, metimos la compra, preocupándonos solamente de los congelados para guardarlos en el frigorífico, lo demás lo dejamos incluso por el suelo, hasta muchos paquetes en el maletero del vehículo y salimos apresuradamente hacia la casa vecina. Lo hicimos a pie pues solamente nos distanciaba unos doscientos metros, pero íbamos deprisa, casi corriendo como si tuviéramos urgencia en llegar. Al darnos cuenta de la situación ambos nos pusimos e reír con la picardía de la complicidad y paramos en nuestra caminata apresurada para hacerlo más sosegadamente y evitar que se notara nuestra avidez por el encuentro.
Continuará     ©Carpin - 22 / 09 / 2011

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