Continúa
Una abrumadora concurrencia de pensamientos lujuriosos se apresuró a invadir mi mente, que aunque intentaba esbozar otras imágenes menos gratificantes, no paraba de regresar de inmediato a la visión celestial de la armonía de aquellos cuerpos, la estética de sus movimientos, la belleza de sus hermosas figuras ejercitando sus exuberantes formas, jugueteando con picardía y con gran complicidad como si fueran dos amigas de siempre, muy íntimas y entrañables. Esta conjunción de pensamientos hacía muy a pesar mío, que la libido en mi subconsciente me traicionara haciendo reaccionar pese a la frescura del agua a mi miembro que estaba erecto con toda la calentura que me invadía.
Tratando de disimularlo como me era posible me di cuenta que a mi compañero de aquel momento le ocurría prácticamente lo mismo y ellas se dieron cuenta, claro que se dieron cuenta y parecía que retozaban con más interés picando aún más nuestra curiosidad y riéndose cómplicemente de nuestra reacción que entendí no les parecía tan desagradable.
No pudiendo retener mis impulsos me acerqué a mi esposa para jugar con ella y el roce aumentó aún más mis deseos sexuales y con el ímpetu de un semental, entré en ella hasta lo más profundo de su ser con total facilidad, sin darme cuenta que la transparencia del agua permitía ver totalmente hasta el fondo, pero todo nos daba igual, en aquellos momentos no podía pensar en otras cosas. La fantasía que se hacía realidad en aquellos momentos del retozo frenético dentro del agua e incluso el morbo de que nuestros acompañantes nos pudieran ver nos encumbraba todavía más.
Mi esposa aceptó mis juegos con gran placer y en las maniobras de nuestro ajetreo me susurró al oído que prestara atención a nuestros acompañantes que estaban muy cerquita de nuestra posición y sin sorpresa haciendo exactamente lo mismo que nosotros hacíamos.
Casi al mismo tiempo terminamos nuestro festejo, el sudor no se notaba pero estaba y la respiración se advertía totalmente agitada. De golpe al coincidir nuestras miradas nos echamos a reír a carcajadas, al mismo tiempo que nos acercábamos para unirnos en un fuerte abrazo conjunto de los cuatro cuerpos que en aquel momento sólo parecían uno. No nos importaba el roce y el placer se hizo tremendo, las piernas se entrecruzaban sin saber de quién eran, los cuerpos retozaban sin ningún tipo de prejuicios y los hombres aún estábamos con el mástil izado como si no hubieran arriado las banderas.
-“Vamos a comer, que creo que ya hemos hecho hambre, ¿no os parece?” dijo aquella sublime mujer – “No os preocupéis por la ropa que si lo deseáis comemos tranquilos y además no nos molesta nadie”.
Salimos tranquilamente de la piscina, sin importarnos a los hombres la altivez de nuestros miembros, pero ellas reían con ganas, de nuestra indiscreción, atreviéndose ambas a saludar a nuestros aparatos indistintamente como si una mano nos dieran, sacudiéndolos de arriba abajo con un movimiento suave y cariñoso, al mismo tiempo que decían – “Encantadas de conoceros” entre sonrisas y muecas de agrado.
Continuará ©Carpin - 22 / 09 / 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario